Como bestia

Ten mucho cuidado hacia dónde pones tu mirada. En la Biblia, un hombre llamado Asaf narra lo que le ocurrió por colocar su mirada en este mundo material, se volvió loco, le robaron su satisfacción y alegría, su corazón se le desgarró y su alma se consumió; en otras palabras, se convirtió en un animal, en una bestia.

Asaf trató de encontrar satisfacción y sentido en la creación en lugar del Creador.

Si permites a ti mismo creer que el sentido y propósito de tu vida puede encontrarse en las comodidades del mundo físico, entonces tu afán cotidiano será una persecución de placer; y para esto, buscarás control sobre personas y circunstancias para asegurarte de tener las cosas que configuró tu corazón; y esta búsqueda fuera de lugar se transforma muy rápidamente en envidia y frustración.

Cuando persigues algo que no existe y no puede ser logrado, es decir, satisfacción en la creación – solo conseguirás exasperarte; cuanto más duro trabajas para llenar tu corazón, el vacío será cada vez más grande.

En tu ira, te convertirás en un contador de las riquezas de otros, comparando tus riquezas con la de quienes te rodean. No sólo juzgarás y condenarás a otros quienes consideras tener una mejor vida que tú, sino que comenzarás a juzgar y condenar a Dios como "injusto" y "cruel" porque recibiste el extremo corto del palillo.

¡Es una manera miserable de vivir! Pero le puede pasar a cualquiera de nosotros, al igual que a Asaf, porque el pecado que mora en nosotros nos puede engañar.

Punto de acción:

Si no protegemos nuestro corazón, nosotros podemos estar funcionando con una visión distorsionada del mundo. Este mundo quebrado no puede satisfacernos, pero a veces lo olvidamos.

Aclaremos, en este mundo podemos encontrar placer o comodidad temporales, tampoco es improbable encontrar seguridad y estabilidad con las bendiciones terrenales. Pero estas cosas no sirven para reemplazar a Dios.

Tu corazón ha sido creado para encontrar esperanza, paz y descanso en el creador, no en lo creado.

Asaf comprendió su desvarío y exclamó: «¿A quién tengo en el cielo? ¡Sólo a ti! Estando contigo nada quiero en la tierra. Todo mi ser se consume, pero Dios es mi herencia eterna y el que sostiene mi corazón». Salmo 73:25-26 (DHH)