Dichoso tú.

Dichoso tú, sí tú, mi querido amigo, que, a pesar de la tecnología, la ciencia, los viajes especiales, las compras por Amazon, Netflix, las comidas rápidas y los video juegos, sigues creyendo en el amor de Dios por ti, sin exigir en algunas oportunidades algún milagro sobrenatural para comprobar tu fe.

Dichoso tú, que, aunque todavía no veas la solución a la mayoría de tus problemas, sigues creyendo en que Dios te salva sin condiciones y no te atreves a tomar atajos hacia una auténtica espiritualidad, pues reconoces que los procesos de Dios son purificadores.

Dichoso tú, que has aprendido a vivir entre la cruz y la resurrección, al no negar la realidad de los sufrimientos y el mal, que comprendes que Dios es soberano y que gobierna en este mundo, que Jesús es el Señor de la historia y que la muerte no es el destino final, sino el último paso hacia los brazos extendidos de nuestro Padre Celestial, quien nos espera.

Dichoso tú, que celebras la realidad de Cristo en ti por la obra del Espíritu Santo y por esa realidad trabajas y te esfuerzas para dar siempre lo mejor de ti.

Dichoso tú que estás seguro de que por más grave que se vea el Viernes Santo, confías plenamente en Jesucristo y su domingo de Pascua.

Punto de acción

No necesitas razones para ser dichoso, necesitas fe.