¡No pierdas tu sabor!

En la niñez aprendí que aún los postres de dulce necesitan un poco de sal para acentuar su sabor. ¿Te imaginas una comida sin absolutamente nada de sal? No podrías diferenciar los sabores, prácticamente todas las carnes, por ejemplo, sabrían igual.

Así mismo ocurre con la vida. Podemos tener todas las intenciones de disfrutarla, de trabajar duro por alcanzar metas personales, de proyectarte, de compartir con las personas que amas, pero si no interiorizas los principios de vida enseñados por Jesús, si los ignoras o buscas la bendición de Dios, sin comprometerte con Él, sin duda perderás tu sabor.

La sazón es el saber particular que cada persona tiene al preparar los alimentos. Es el "toque personal" aquello que hace único lo que prepara. La sazón también es el sabor particular que adquieren los alimentos cuando son preparados con amor y con esmero.

Cuando el Señor enseñó a sus discípulos que debían tener sal en ellos mismos para poder tener paz, se está refiriendo a que antes de enseñar a otros, primero tenemos que aplicarlo en nuestras propias vidas.

«Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.»
Marcos 9:50 (RVR60)
Punto de acción

Dos efectos prácticos de ser sal, es decir de vivir por fe pueden ser: perdonar y tener misericordia; ambas son dos acciones urgentes a trabajar en el mundo, la familia o vecindario, pues acabaría con las guerras (conflictos) y el hambre y necesidad que muchos enfrentan hoy.

Por donde quieras que vayas hoy puedes sazonar con fe a una sociedad necesitada de urgente esperanza, y llena de dudas y temor.