Una buena conducta

Tesoro escondido de la vida cristiana y revelado a los demás es el poder mostrar por su buena conducta sus obras. Es un reto maravilloso pensar que Dios mismo nos pide, nos permite “mostrar”, revelar la buena conducta que debe acompañarnos por nuestras obras en el día a día de nuestra vida cristiana.

¿Qué es la conducta?

Es la manera en que se comportan las personas en situaciones determinadas o, en general, en relación con su entorno o el mundo que les rodea.

¿Qué es la buena conducta?

Por una definición tomada del diccionario de la Real Academia, diríamos que es cuando el comportamiento está ceñido a las normas que da la sociedad, la moral y las leyes jurídicas. Siendo éstas cambiantes y relativas, la conducta del cristiano debe ser regida por la única medida absoluta con que contamos: La Palabra de Dios, ella sin error (inerrante) y sin cambio (inmutable), permite que encontremos en sus páginas el cómo actuar, cuáles han de ser los comportamientos que serían dignos de mostrar en nuestras obras.

¿Cómo sería mostrar las obras en “mansedumbre de sabiduría”?

Mostrarlas con la mansedumbre (poder bajo el control del Espíritu Santo en el carácter del creyente) que viene de la sabiduría. La mansedumbre y la sabiduría van de la mano, se necesitan en el actuar al comportarnos como verdaderos creyentes. La sabiduría de Dios no es un asunto intelectual, en cambio sí es una disposición del corazón que permite actuar con sabiduría en el momento preciso, de manera que el nombre de Dios quede en alto.

Teniendo en cuenta, nuestro pasaje base, encontramos que el apóstol Santiago, hace una pregunta reflexiva “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros?” Y la respuesta tiene que ver con acciones propias del creyente: “Que muestre por su buena conducta sus obras en mansedumbre de sabiduría”, el planteamiento es muy interesante porque él dice que nuestra manera de vivir debe verse en el comportamiento, debe ser fácil de notar y diferenciar. Esto es posible ya que la conducta es externa y se ve, pero ésta fluye de lo interno del hombre, por ejemplo en cómo vencer el egoísmo, cómo dominar la lengua y muchas otras cosas más de la cuales dice que es imposible con la fuerza de la naturaleza humana, sino que nos es necesaria la sabiduría de arriba, la que Dios nos da, para que como en Él no haya “cambio ni duda de variación”, sino sea un carácter íntegro que exterioriza lo que tiene en su interior porque ha sido moldeado por el Espíritu Santo a través de la oración, la amistad con Él y el arrepentimiento, todo lo cual está en función de la confianza en Dios.

Punto de acción:

Hoy mismo puedes orar de esta manera “Heme aquí Señor, buscando de tu presencia para recibir de ti el regalo de tu mansedumbre y sabiduría pues he aprendido que solo con esos dos ingredientes propios de tu carácter me será posible llegar a hacer obras dignas de mostrar, de exhibir para la gloria de Dios”.

María Piedad Mesa