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Abr24

Enfoque

Mes // Abril 2024

Enfoque
«Corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe… »
► Hebreos 12:1-2


“Cuentan que un rey muy rico tenía fama de ser indiferente a las riquezas materiales y de ser un hombre de profunda religiosidad, lo cual era algo inusual para un personaje de su categoría.

Ante esta situación y movido por la curiosidad, un súbdito quiso averiguar el secreto del soberano para no dejarse deslumbrar por el oro, las joyas y los lujos excesivos que caracterizaban a la nobleza de su tiempo.

Así que el súbdito preguntó: Majestad, ¿cuál es su secreto para cultivar la vida espiritual en medio de tanta riqueza?

El rey le respondió: Te lo revelaré, si recorres mi palacio para comprender la magnitud de mi riqueza. Pero lleva una vela encendida. Si se apaga, te decapitaré.

Al término del paseo, el rey le preguntó: ¿Qué piensas de mis riquezas? La persona respondió: No vi nada. Solo me preocupé de que la llama no se apagara. El rey le dijo: Ese es mi secreto. Estoy tan concentrado en tratar de mantener mi llama interior, que no me deslumbran las riquezas exteriores”.

Una ilustración útil para nosotros, que estamos en medio de un mundo que constantemente es una tentación de ponerlo en primer lugar en el corazón. Para no dejarnos cautivar por todos los ofrecimientos de este mundo, debemos decidir poner los ojos en nuestra llama interior: Jesús.

Poner los ojos en Jesús es buscar primeramente el reino de Dios y todo lo justo y bueno que hay en él, y Dios nos bendecirá con todas las cosas (Mateo 6:33). Poner los ojos en Jesús es mantener una atención no dividida, es alejar la mirada de todas las distracciones, con el propósito de contemplarlo solo a Él; es decir, no desviar la mirada de Jesús para colocarla en otro lado.

Punto de acción:

Que nuestro corazón y nuestra mente estén siempre enfocados en Cristo, practicando la palabra de las Escrituras, siendo obedientes a sus principios y no dejándonos llevar por las normas que no provienen de Dios.

Lectura bíblica necesaria: Hebreos 12:1 (NVI)

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