El llamado

Un llamado particular: Dios llama a Abram.
Un llamado similar: Dios nos llama a cada uno de nosotros.

Lo que hace que un llamado sea particular es el hombre, su nombre y los propósitos de Dios con él. Pero lo que lo hace similar es el deseo que Dios tiene en medio del proceso: la formación del carácter, los resultados y la voluntad de Dios por cumplirse. Veamos:

Jehová Dios llamó a Abram para obedecerle. Lo hizo el primer día, lo mantuvo todo el tiempo y lo llevó hasta el final.

Dios no eliminó los obstáculos normales de la vida de Abraham, Dios le permitió a través de ellos alcanzar el éxito y propósito de su vida para lo cual Él lo había llamado. Abram estaba confortable, tenía todo lo que podía hacerle tranquilo y feliz, pero en la época cuando Dios lo llamó cambió las metas definidas para su vida y esto le hizo, pero en ocasiones, él perdía de vista el plan y el programa perfecto que Dios tenía para él y su familia.

Así relata la Palabra de Dios, el llamamiento que hace que Abraham inicie su nueva historia:

«Por fe, Abraham, cuando Dios lo llamó, obedeció y salió para ir al lugar que Él le iba a dar como herencia. Salió de su tierra sin saber a dónde iba, y por la fe que tenía vivió como extranjero en la tierra que Dios le había prometido.» Hebreos 11:8-9

De manera similar Dios lo hace con nosotros, nos llama para cumplir los sueños que tiene respecto de nosotros y cuyos resultados son para Él. Por eso nos es necesario conocer y cumplir la perfecta voluntad de Dios.

Dios es el Dios de nuestra historia, Dios de nuestro llamado. Basta colocarnos a Su disposición para que, a través de Su perfecta voluntad de llamarnos, podamos ir adelante desde el inicio y hasta nuestro final; Él siempre estará con nosotros, pues va dándonos a conocer el mapa por dónde viajar, pues Él lo conoce completo y será siempre para nuestra bendición.

Ahora, respecto de cada uno de nosotros, el hecho de ser llamados no significa solamente una invitación aceptada y convertida en realidad por el Espíritu de Dios. También significa que está establecida una relación de confianza con Jesús, porque se ha aceptado Su llamado «Ven y sígueme».

La invitación fue enviada y ahora aceptada y especialmente creída. Y a partir de esta relación tenemos una promesa:

«Misericordia, paz y amor os sean multiplicados.» Judas 1:2

Punto de acción:

Encuentra detalles especiales al respecto ¿cuál es tu llamado? ¿qué seguridad tienes para permanecer en Él?
Ora a Dios para que lo confirme y te acompañe.