Ago12
Escondidos
Salmo 25:12
“Nunca huyas de los problemas, mejor enfréntalos”, reza una vieja frase. Pero pregunto, ¿no será mejor escondernos?
Cuando éramos niños, la mayoría (o todos) jugábamos un divertido juego: las escondidas. La relevancia del juego era estar muy bien escondido de todos, pero al mismo tiempo saber lo que estaba sucediendo con los demás en el juego. Recuerdo que uno de mis escondites preferidos era un árbol; desde allí podía observar a mi alrededor, estar atento y saber que mi "adversario" podía pasar justo bajo mis pies sin darse cuenta de nada.
La vida cristiana no se trata de un juego, pero sí de un gran refugio, un tremendo escondite en todo tiempo. Su nombre es Jesucristo.
«Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.»
Colosenses 3:3
¿Y cómo me puedo esconder todo el tiempo?
Se logra con el deseo profundo de hallar un lugar seguro, en el cual te sientas orgulloso y a gusto (como en la copa de un árbol). Es sentirte parte de él, casi como si estuvieras injertado en sus ramas. En relación con nuestra fe, no se trata solo de saber de Dios o tener pensamientos acerca de Él, sino de lo que expresaba el apóstol Pablo:
«Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.»
Hechos 17:28
Tal es tu relación con el Dios viviente, que no solo eres un conocedor de sus verdades o un sabelotodo de su palabra; es más que eso, es el inicio y fin de algo que te obsesiona y apasiona: Su presencia. A fin de cuentas, son nuestras obsesiones o pasiones (eternas o terrenales) las que le dan sentido a nuestras vidas. La experiencia cristiana es estar seguros en Él.
Punto de acción
¿Recuerdas a Moisés, cómo Dios lo protegió de los ataques y represalias del faraón? El problema fue resuelto, pero fue gracias a la nube con que Dios los escondió.
Es bueno enfrentar los problemas, pero mejor si estamos escondidos en el Señor. Si estamos apasionados por Él, no hay lugar para nada más: ni preocupaciones, ni tribulaciones, ni ansiedades.
Ora a tu Padre, para que te dé pasión por Él.
Lectura bíblica necesaria:
Éxodo 14(RVR60) Cuando éramos niños, la mayoría (o todos) jugábamos un divertido juego: las escondidas. La relevancia del juego era estar muy bien escondido de todos, pero al mismo tiempo saber lo que estaba sucediendo con los demás en el juego. Recuerdo que uno de mis escondites preferidos era un árbol; desde allí podía observar a mi alrededor, estar atento y saber que mi "adversario" podía pasar justo bajo mis pies sin darse cuenta de nada.
La vida cristiana no se trata de un juego, pero sí de un gran refugio, un tremendo escondite en todo tiempo. Su nombre es Jesucristo.
Colosenses 3:3
¿Y cómo me puedo esconder todo el tiempo?
Se logra con el deseo profundo de hallar un lugar seguro, en el cual te sientas orgulloso y a gusto (como en la copa de un árbol). Es sentirte parte de él, casi como si estuvieras injertado en sus ramas. En relación con nuestra fe, no se trata solo de saber de Dios o tener pensamientos acerca de Él, sino de lo que expresaba el apóstol Pablo:
Hechos 17:28
Tal es tu relación con el Dios viviente, que no solo eres un conocedor de sus verdades o un sabelotodo de su palabra; es más que eso, es el inicio y fin de algo que te obsesiona y apasiona: Su presencia. A fin de cuentas, son nuestras obsesiones o pasiones (eternas o terrenales) las que le dan sentido a nuestras vidas. La experiencia cristiana es estar seguros en Él.
Punto de acción
¿Recuerdas a Moisés, cómo Dios lo protegió de los ataques y represalias del faraón? El problema fue resuelto, pero fue gracias a la nube con que Dios los escondió.
Es bueno enfrentar los problemas, pero mejor si estamos escondidos en el Señor. Si estamos apasionados por Él, no hay lugar para nada más: ni preocupaciones, ni tribulaciones, ni ansiedades.
Ora a tu Padre, para que te dé pasión por Él.